Después de la desintegración de la Unión Soviética en el año 1991, y el fin de la guerra fría entre las dos grandes potencias del mundo, Estados Unidos y la Unión Soviética, se podría predecir que el flujo armamentístico se iba a reducir considerablemente, se esperaba que con este supuesto decaimiento del tráfico de armas, los países destinarían sus presupuestos en programas constructivos y de bienestar para sus habitantes, pero no fue así. Los países occidentales se benefician enormemente de la exportación de armas a países subdesarrollados en guerra, que se sienten obligados a comprarlas (y con esto, a gastar su poco presupuesto en material militar).
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